Esta es la producción pictórica desde que he vuelto a Galicia (2022) hasta la fecha. Estos cuadros han sido colgados en “Mirar de Frente” (exposición individual en la galería Alexandra, Santander, en “La tierra Prometida” (exposición individual en Medium Club en Madrid, el Culturgal (a tavés de Sergio Derois para la galería Solaina), en Sereas en Tránsito (comisariada por Matías Daporta).

MIRAR DE FRENTE Texto de sala.

La primera vez que probé los caramelos fue en Londres. Llevaba un año de duelo por la muerte de mi madre y decidí ir a visitar a unos amigos. En el mundo de los okupas londinenses de principios de siglo ya se había puesto de moda esa sustancia tan propensa a los arrumacos, según decían. Empezamos a chuparnos los dedos en un skatepark, luego en una antigua bolera reconvertida en rave, por la calle y por último en casa. Todos estaban del revés pero yo no tenía el cuerpo demasiado flamenco y no me subía. Nada. Así que me fui a la cama recto y sereno. Horas más tarde desperté súbitamente al chocar contra el techo de la habitación que me habían dejado. El corazón me salía por la boca y fui al baño a echarme agua a la cara. El último de mis amigos se iba ya a la cama tras haber terminado el after y yo me fui al jardín a sentarme y que me diera el aire. Estaba sonando música clásica contemporánea. No sé cuál, pero era preciosa.

Pasaron las horas y yo estaba impertérrito, y notaba como el rocío mañanero se iba creando sobre mis manos, con la agridulce presencia del alba, que da nombre a esa Dama de la que nadie se escapa y. sobre la que yo estaba pensando. De repente apareció un zorro. Nunca había visto un zorro, y no tenía ni idea de que en Londres había. Se acercó a mí, notó que yo era inofensivo y se acostó muy cerca, pegado a un árbol. Y ya está. Asunto arreglado. Toda esta gran bola de fuego tenía sentido.

Buena parte de mi vida posterior se hizo en ese momento: decenas de canciones, amoríos, dolores, casas, trabajos. Durante años volvía a ese momento cuando tenía que tomar alguna decisión, y en cierta manera ese zorro británico era mi amuleto, mi guía y mi fuente de inspiración.

La obra de Wences Lamas ha explorado desde el principio esa dimensión paralela, y en esta nueva exposición define con maestría técnica una colección de amuletos bellísimamente captados, donde animales y humanos se funden en cuadros que sirven de altares de este eterno sacrificio de búsqueda fugaz en el que estamos inmersos, pero que pocas veces contemplamos de frente. Y aquí se hace, y si ustedes miran de frente estos cuadros, adquirirán el cuchillo mágico que todo lo blando rasga para acceder al hueso, al cimiento de esta cosa que llamamos realidad.

Si lo llego a saber antes, no probaba los caramelos.

Pablo Und Destruktion, músico y poeta.

TIERRA PROMETIDA Texto de sala.

«O terrible wine presses of Luvah! O caverns of the Grave!

How lovely the deligths of those risen again from death!»

William Blake, 1797-1804[1]

[1] «¡Oh, terribles lagares de Luvah! ¡Oh, cavernas de la Tumba!

  ¡Qué adorables los delites de quienes se levantan de nuevo de la muerte!»

  (Vala, o los cuatro Zoas, trad. Bernardo Santano, Atalanta, 2013)

LA TIERRA PROMETIDA no es la llegada [a] una tierra soñada, sino el regreso [de] la misma. Wences Lamas ha atravesado una Ítaca habitada por fantasmas, una Ítaca donde no cabe la poesía, una Ítaca montuosa, plagada de bestias impías que querían arrancarle el corazón, y misteriosamente ha logrado salir de ella con vida. Aunque el pus todavía brota de sus heridas, ha vuelto como testigo de la Gran Oscuridad para convertirnos a nosotros mismos en argonautas del abismo, en jueces pasivos de una insólita travesía en la que una sola persona arriesgó su vida y, contra todo pronóstico, logró encontrar la piedra de donde supuraba el maná. El fondo dorado del que emergen todas estas visiones es el símbolo de ese elixir burbujeando. Un oro capaz de romper el oscuro umbral de la desgracia y elevarse hasta el fuego eterno de la alegría que es, sin embargo, el mismo del que Dios se ha servido durante milenios para cegar a los hombres. Las obras recogidas en LA TIERRA PROMETIDA son la lucha constante entre esas dos fuerzas primigenias, castigo y promesa. Wences Lamas las muerde, las ama, las detesta, las glorifica, y a menudo esas fuerzas impenitentes, hijas magmáticas de la luz y las tinieblas, regresan a la vida para devorar al artista que tuvo la osadía de crearlas.

Alucinaciones en las que se cometen crímenes, delirios donde se practica el canibalismo, imágenes desgarradoras con las que se anuncia el nuevo mundo. Criaturas torturadas que, adoptando la desnudez de un ángel sangriento, se alzan cayendo y se redimen. Mujeres al borde del éxtasis, con las piernas abiertas y los labios dilatados, rendidas al orgasmo indómito de la vida y a la pulsión depredadora de la naturaleza, que alojan en su vientre el fruto animálico de una esperanza que se consuma sexualmente. Ojos de los que salen ríos enteros, miembros amputados, teñidos con la sangre dorada del porvenir, órganos extirpados de los que nacen las flores, exvotos con nombres de santos que portan evangelios destinados a convertirse en palabra sagrada. Todo esto y mucho más es LA TIERRA PROMETIDA de Wences Lamas, un testimonio de que por allí pasó la vida, arrasó todo lo que había a su paso y, con la cara ensangrentada, regresando de aquella masacre, un artista volvió a nacer.

 

Mario Colleoni

Pablo Und Destruktion, músico y poeta.

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